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Martillazos, pulpo a la coreana y la venganza más retorcida de la historia del cine. Sin spoilers, os explicamos por qué es tan importante la película de Park Chan-wook, la primera película coreana en ganar en el Festival de Cannes.
Si en el año del reality de El juego del calamar alguien menciona una lucha a golpes a lo largo de un pasillo y no pensamos inmediatamente en Oldboy, quizás sea porque los tentáculos (ea, ese guiño) de la película de Park Chan-wook han encontrado hogar en otros hits de nuestra cultura pop, ya sean la serie de Daredevil o la versión estadounidense con Josh Brolin uno de tantos remakes de Hollywood innecesarios, productos desde los que seguir retorciéndonos entre el asco, la fascinación y un inesperado romanticismo.
La obra de Park Chan-wook, perpetrador de la "virguería" que es Decision To Leave (la crítica, aquí), cumple veinte encorsetada en la Trilogía de la Venganza, junto a Sympathy for Mr. Vengeance (2002) y Lady Vengeance (2005), una de las sagas canónicas de la cinefilia actual, a pesar de que según el propio cineasta dialoga mucho mejor con Joint Security Area (2000), thriller que rompió todos los récords de taquilla y propulsó la carrera de Song Kang-ho, inolvidable mucho antes del éxito en los Oscars de Parásitos.
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